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El colonialismo español en África, en la etapa contemporánea, nunca ha gozado de un interés historiográfico destacado. Y cuando este ha aparecido, normalmente se han circunscrito al protectorado marroquí o al antiguo Sahara español. Menos fortuna aún ha tenido el estudio de Guinea Ecuatorial, la Guinea Española como de denominó durante el dominio colonial. De esta manera, los rastros de la presencia española en el África negra tienden a difuminarse o, sencillamente, a olvidarse. De vez en cuando, algún éxito literario o cinematográfico, como el que obtuvo la película Palmeras en la nieve (2015), basada en la novela homónima de Luz Gabás (2012) otorga visibilidad a este fenómeno, pero siempre de forma pasajera.
Sin embargo, la relación entre Guinea y España se mantiene, aunque sea a unos niveles testimoniales y fundamentada principalmente en lazos personales o religiosos. Aquí reside el grueso de la oposición guineana que ha tenido que exiliarse ante la persecución de Obiang, el tirano que gobierna el país desde hace décadas. Algunas empresas españolas, pocas, trabajan también en el país, lo mismo que ONG’s y misioneros católicos que proceden de España.
La historia lejana.
El territorio de Guinea Ecuatorial –la parte continental y cinco islas próximas– estuvo bajo la dominación colonial portuguesa hasta el siglo XVIII. En 1777 y 1778 estos territorios fueron cedidos a España –mediante los tratados de San Ildefonso y de El Pardo– formando parte de un lote territorial que se intercambió por la isla de Santa Catalina, situada en el sur de Brasil y en poder de España. El enclave tenía un gran interés por su situación para controlar el tráfico de esclavos y el comercio en el Golfo de Guinea. Tras algunos períodos de dominio inglés, los territorios pasaron definitivamente a estar controlados por España en 1858, cuando se dejó una guarnición permanente.
La presencia española se intentó reforzar favoreciendo el asentamiento de esclavos cubanos emancipados, a los que más tarde se sumaron represaliados políticos. La parte continental se convirtió oficialmente en protectorado en 1885 y en colonia en 1900. Tanto el territorio insular como el continental se unirían con el estatus de colonia en 1926. Por su parte, el modelo económico colonial se fundamentó en las plantaciones de cacao.
En esta etapa de principios del siglo XX culmino el proceso de desaparición de las estructuras tribales tradicionales al tiempo que se impuso un modelo administrativo típico de los países europeos. La colonización modificó la organización y el funcionamiento social existente, alterando las relaciones de dominio basadas en la jerarquización anterior o en las relaciones étnicas y creando una nueva estratificación social que determinará, más adelante, el control del poder político.
En la etapa franquista, el territorio colonial adquirió el carácter de región, denominándose Región Ecuatorial Española (1959), dividida a su vez en dos provincias: Fernando Poo y Rio Muni. Paralelamente, y al igual que ocurría en las colonias africanas de otras potencias europeas, fueron surgiendo los primeros grupos independentistas. La inclusión plena en el régimen político del franquismo ocurrió en 1960, cuando se celebraron las primeras elecciones locales, así como la elección de los primeros procuradores guineanos en las Cortes franquistas. Poco más tarde, en 1963, se sometió a referéndum un proyecto de autonomía que fue aprobado por amplia mayoría, momento a partir del cual el país tomó el nombre de Guinea Ecuatorial. No obstante, la metrópoli continuó presente a través de un comisionado especial con bastantes poderes.
La fuerte inercia del proceso descolonizador africano llegó a Guinea en 1965 cuando la Asamblea General de la ONU pidió a España la descolonización del territorio. Proceso que culminaría en 1968 con la independencia del territorio. Los primeros deseos independentistas fueron promovidos por terratenientes de origen español, descontentos por el trato recibido de la metrópoli, que utilizaron el sistema educativo para fomentar el ideario independentista. Tanto las posiciones del gobierno español como la de los mismos grupos independentistas fueron diversas sobre la forma de llevar a cabo la independencia; por ejemplo, los habitantes de la isla de Fernando Poo –actual Bioko–, habitada por los bubis pretendió una independencia separada, cosa que no logró.
La historia desde la independencia.
El 11 de agosto de 1968 se produjo un referéndum por la independencia bajo la supervisión de un grupo de observadores de la ONU. El proyecto político mantenía las formas democráticas, pero con un poder judicial muy dependiente del presidente, es decir con un fuerte presidencialismo. Tras las primeras elecciones presidenciales, con cuatro candidatos, fue elegido presidente Francisco Macías Nguema, que contó con el apoyo de los movimientos nacionalistas guineanos y que, para muchos, era el hombre de paja de los sectores coloniales aún dominantes. El 12 de octubre de 1968 se proclamó oficialmente la independencia del país.
Casi inmediatamente comenzó la deriva dictatorial del país. En enero de 1969, el líder de la oposición fue asesinado. En marzo de ese mismo año un extraño intento de golpe de Estado fue aprovechado por Macías para acabar con la oposición e instaurar claramente una dictadura. El fallido golpe –o falso según otros historiadores– fue utilizado por el dictador para incitar también el antiespañolismo, produciéndose una crisis diplomática entre Guinea y España como resultado de la cual se retiraron las últimas tropas españolas que allí quedaban.
Macías implantó entonces una dictadura concentrando en su persona todos los poderes del Estado. En 1970 creó un partido único: el PUNT (Partido Único Nacional de los Trabajadores). Dos años más tarde, en 1972, se proclamó presidente vitalicio. Su régimen se concentró en el tema de la seguridad interna, a lo que dedicó todos los recursos, descuidando la administración de otras políticas públicas –transporte, salud, obras públicas, …–, por lo que el país retrocedió a unos estándares de vida muy inferiores a los que disponía en la etapa colonial. Otras medidas profundizaron los errores: enfrentamientos con la Iglesia Católica, cierre de las escuelas, deportación masiva de los trabajadores nigerianos que cultivaban el cacao, … Todos estos factores provocaron el colapso de la economía guineana hacia finales de los setenta. A esta catastrófica situación se sumó la pérdida de un tercio de la población guineana, generalmente los sectores más formados, que tuvo que huir y exiliarse huyendo del régimen de terror que impuso Macías. A las prácticas represoras tradicionales se sumó el uso de las asentadas creencias populares en la brujería para atemorizar y controla a la población, práctica que continua hasta hoy en día.
La deteriorada situación del país y el flirteo del dictador con el bloque comunista propiciaron un golpe palaciego. El 3 de agosto de 1979 Macías fue derrocado y ajusticiado por su sobrino, el teniente coronel Teodoro Obiang Nguema, formado como militar de carrera en España. Este constituyó un Consejo Supremo Militar que concentró las tareas de gobierno. Poco tiempo después, en 1982, este Consejo nombró a Teodoro Obiang presidente para siete años, mientras se aprobaba una nueva constitución. Para intentar solucionar la complicada situación económica, Teodoro Obiang integró a Guinea en la órbita económica francófona, ingresando en la Comunidad Económica y Monetaria del África Central y adoptando –en 1985– el franco CFA como moneda. El nuevo régimen realizó dos convocatorias de elecciones generales –en 1983 y 1988– pero en ambas solamente se presentó una única lista de candidatos. Para las elecciones presidenciales de 1989 Obiang fundó el Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), presentándose como candidato único. Fue reelegido.
A nivel político se intentaba disimular los rasgos dictatoriales del régimen, menos brutal que el de Macías, pero igualmente opresivo. Así en 1991 pareció iniciarse una tímida apertura democrática, condición que reclamaban países como España o Francia, facilitadores principales del apoyo económico y financiero del país. Ello permitió un cierto pluralismo en las elecciones generales de 1993, aunque de catorce partidos inscritos, diez fueron prohibidos. Las elecciones fueron ganadas por Obiang que acumuló los poderes de jefe de gobierno y Jefe de Estado. En las posteriores convocatorias electorales Obiang siempre resultó ganador con más del 90 % de los votos. Sus victorias electorales sirvieron para crear unas instituciones basadas en la desigualdad y en la corrupción, además de la represión. Así en las elecciones celebradas en noviembre de este año, el partido del presidente obtuvo el 98 % de los votos, cifra que habla por sí sola.
La economía del país sufrió un vuelco en 1996, cuando se descubrieron importantes yacimientos de petróleo y gas en aguas guineanas del Golfo de Nigeria. La petrolera estadounidense Mobil inició la explotación de los yacimientos, que representaron una importante fuente de ingresos para el país. Guinea es el tercer productor petrolero del África negra, tras Nigeria y Angola. De hecho, el flujo petrolero ha incrementado las tasas de crecimiento del país, pero sus efectos apenas si se notan en las condiciones de vida de la población; de hecho el 60 % de los guineanos vive con un dólar al día. Sin embargo, su PIB per cápita es más alto que países como España, Corea del Sur o Nueva Zelanda; ello da una idea de la enorme desigualdad existente. Lo que sí ha fomentado, en un país donde no existe ningún control de las acciones de gobierno, es la proliferación de las prácticas corruptas, como recientemente ha demostrado la condena en Francia del hijo del presidente, Teodorín Obiang, a tres años de presión por corrupción.
No obstante los cambios económicos, la situación política apenas ha variado. La represión de varios líderes opositores de la etnia bubi –Obiang pertenece a la etnia fang, mayoritaria– transformo los problemas políticos en problemas étnicos. Sí han logrado, sin embargo, una mayor aceptación del régimen en los escenarios internacionales sin necesidad de ninguna mejora democrática.
En la actualidad.
En la mayor parte de los procesos de descolonización se produjo una continuidad de las estructuras económicas y sociales existentes, reduciéndose el cambio a una sustitución de las élites dominantes. Ello ocurrió también en Guinea. De hecho, el clan de la familia Nguema es el que ha ocupado el poder en el país desde la independencia. Su actual régimen político es una dictadura que en nada desmerece otros ejemplos continentales como la de Mugabe –recientemente apartado del poder por un golpe militar–.
Hasta el descubrimiento de sus recursos energéticos el país estaba condenado a la insignificancia y a la marginalidad, lo mismo que su régimen político que pasaba más bien inadvertido. Esa situación cambio desde finales de los noventa del siglo pasado. El régimen contó, desde entonces, con el interés y el apoyo de los Estados Unidos, mientras que otras potencias como España o Francia habían mantenido unas políticas más críticas. El apoyo norteamericano ha servido también para que otras organizaciones internacionales le abriesen las puertas, como la UNESCO o la Unión Africana.
Esta alianza con Estados Unidos está detrás del fracaso del golpe de estado que en 2003 intentó la oposición, dirigida por Severo Moto. La vinculación de los mercenarios que iban a protagonizar el golpe con Gran Bretaña, sugiere una lucha soterrada por el control de los recursos guineanos entre las grandes potencias.
Tradicionalmente se ha asociado al continente africano con dictaduras políticas y subdesarrollo económico. Y si bien es cierto que este panorama ha cambiado desde los tiempos de la descolonización no lo ha hecho con suficiente fuerza como para mejorar la vida de la mayoría de sus habitantes. En África todavía quedan 17 países que pueden ser catalogados como dictaduras, uno de los cuales es Guinea Ecuatorial. Teodoro Obiang lleva 37 años ininterrumpidos en el poder y según algunas organizaciones de referencia como Amnistía Internacional o Human Rights Watch su régimen es uno de los más represores del mundo.
La importancia geopolítica que adquiere la ex-colonia española resulta destacable si tenemos en cuenta que, actualmente, el Golfo de Guinea, además de ser una importante zona de producción energética, es también una región clave en los flujos marítimos, amenazados por la piratería y donde el crimen organizado y el terrorismo yihadista están aumentado su presencia. Esto explica la presencia naval española y de otros países en la zona así como la implicación de los Estados Unidos en Guinea y el alejamiento del país de la influencia francesa. La presencia española, muy reducida económicamente, debería aumentar para preservar un papel en una zona de creciente importancia global. Pero para estas relaciones se profundicen hay que abogar por la consecución de un cambio político que instaure un sistema político democrático.
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