Fuente: El Confidencial
La actual crisis del PSOE es uno de los acontecimientos más relevantes de la evolución política española en los últimos años. Uno de los partidos que vertebran políticamente el país está cayendo en un proceso que puede conducirlo a la irrelevancia política, dejando huérfano de representación a un sector de la izquierda moderada no nacionalista. Con ello, además, se debilita la posible alternativa de la izquierda a los gobiernos conservadores.
Poder comprender esta crisis significa hacer referencia a aspectos diversos pero que se encuentran entrelazados.
El primero de ellos es la crisis general de la socialdemocracia. Su vinculación con las políticas sociales y económicas conservadoras,
su falta de renovación política e ideológica y las consecuencias
sociales de la crisis económica iniciada en 2008 han acabado erosionando
su base sociológica y su legitimidad como fuerza de izquierda. El deterioro de esta corriente política puede verse en toda Europa; algunos ejemplos de ello:
- Desaparición del PASOK griego.
- Irrelevancia del PSI, refundado en 2007.
- Crisis del laborismo británico, exacerbada por el resultado del referéndum del Brexit.
- Problemas y divisiones internas en el PS francés por las políticas liberales del actual gobierno socialista.
A ello hay que sumar el auge de los populismos de derecha y su mostrada incapacidad para aportar soluciones alternativas a los programas socioeconómicos que aplica la derecha europea. Este conjunto de factores han provocado que la socialdemocracia pierda su sitio en el mapa político de las sociedades contemporáneas europeas.
El segundo es el de las consecuencias sociales y políticas de la crisis económica de 2008. La aparición de movimientos de protesta contra las políticas de austeridad
de la UE y del FMI hizo que el sector más izquierdista del voto
socialdemócrata virara hacia los nuevos grupos políticos que surgieron
de esos movimientos; en España fue el caso de Podemos. El crecimiento electoral de Podemos y el descenso en votos del PSOE son fenómenos interrelacionados.
De la misma manera, la ruptura del bipartidismo tradicional con la aparición de nuevos partidos ha perjudicado mucho más al PSOE que al PP. Este partido agrupa a prácticamente toda la derecha española y Ciudadanos apenas si le resta votos por el centro; el PSOE, por su parte, tiene la competencia de Podemos –incluida IU- y la de los nacionalismos de izquierda en algunas comunidades. Las fuerzas de izquierda aparecen, por tanto, más divididas.
De la misma manera, la ruptura del bipartidismo tradicional con la aparición de nuevos partidos ha perjudicado mucho más al PSOE que al PP. Este partido agrupa a prácticamente toda la derecha española y Ciudadanos apenas si le resta votos por el centro; el PSOE, por su parte, tiene la competencia de Podemos –incluida IU- y la de los nacionalismos de izquierda en algunas comunidades. Las fuerzas de izquierda aparecen, por tanto, más divididas.
El tercero es la coyuntura política interna española.
La aparición de nuevos partidos y la mayor complejidad del mapa
político no se ha sabido gestionar adecuadamente. Las dos elecciones
generales celebradas en este último año han mostrado una situación
estancada con dos rasgos significativos:
- El PP no logra mayoría suficiente para gobernar. Ni sólo -en las primeras elecciones- ni pactando con Ciudadanos –en las segundas-. La derecha no puede lograr el poder sin la colaboración de los nacionalistas o de los socialistas.
- El PSOE, primera fuerza de la izquierda, también necesita recurrir a pactos para poder gobernar. Pero sus propuestas requieren el apoyo de Ciudadanos y de Podemos más otras fuerzas nacionalistas, lo que resulta muy complicado.
Ninguna de las posibilidades apuntadas han llegado a buen camino pero han hecho que el PSOE se convirtiese en la piedra de toque de la situación. De su decisión depende la repetición de las elecciones o el gobierno del PP. Ante tal dilema, el partido se divide: intentar crear una alternativa de gobierno con Ciudadanos y con Podemos y los nacionalistas se convierte en anatema, aunque en algunas Comunidades Autónomas el PSOE sí ha pactado con ellos –Valencia, Aragón, Castilla la Mancha– ; la otra posibilidad era facilitarle el camino al PP, actitud querida por buena parte de las élites del partido pero poco deseable por muchos militantes del PSOE.
En conclusión, la
continua negativa de Pedro Sánchez a abstenerse en la investidura de
Rajoy implicaba o bien terceras elecciones o bien un pacto con Podemos.
Ninguna de las dos soluciones era querida por los sectores económicos y políticos dominantes en el país. La única solución era descabezar el PSOE y lograr un apoyo a la investidura de Mariano Rajoy.
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